“Heimarmene”

Nuestra verdad parecería un prisma, un arcoíris, un contraste entre luces y sombras que se pierde y se encuentra en la eternidad. Los atisbos y las percepciones se derrumban en un abismo que solo se realzan con el sepulcro blanqueado de tus besos. El sol y la luna, ambas se encrespan en guerras que la sombra no entiende, ni la luz abarca.

 

Paso a paso, pernoctamos las letras y las encismamos en el pedestal insolente de los valientes. La noche y el día nos llaman, nos susurran al oído la gloria de un mañana. Mientras que los soles truncos enmarcan una rendija en el corazón del mundo y transmutan la sombra de los hombres en luz.

 

Encrespamos la riqueza de los astros en la boca de los iniciados, de los humildes y de los valientes. Pero ni con letras, ni con sombras logramos enmarcar nuestra silueta, no cualquiera; porque es la silueta de Dios. Y así, Dios nos enmarca, nos crea, nos refleja y nos encarrila; en la paradoja infinita de un ser o no ser.

 

Viendo esta disonancia infinita, decidimos apagar los miedos y las razones. Las neuronas y las estrellas deciden conectarse a través del sentimiento y nuestras letras logran aspirar una nueva esencia, el espíritu infinito del amor creador. Nuestros sueños derrotan un nuevo rumbo. La cumbre de la cúspide sin fin nos llama. El sol del futuro nos invita con un cálido abrazo de vida. La verdad por encima del santuario se revela, pero solo a aquellos humildes que apagan sus racionalizaciones y conectan su corazón con el infinito.

 

Verdad, luces y sombras.

Amor, miedo y gloria.

Sueños, derroches y utopías.

Derechos, privilegios y vedas.

Luchas, derrotas y victorias.

 

En mares de polaridades nuestros susurros cobran vida y toman forma. Los hálitos de aliento de discordia se armonizan con el amor. La lucha del desierto insolente del pasado se desvanece y la gloria nace como un hijo imprevisto en el invierno. Como la semilla milagrosa que germinó en año nuevo, el oasis y maná sutil que encantó al mundo, la verdad, un nuevo sol; la luz…

 

Ayer, hoy y mañana. Nunca y siempre. Somos lo que elegimos ser. Amamos u odiamos una realidad. Aspiramos a la verdad luego de caer en la misma. Y así, como lirio del monte florecemos, como quimera, como castillo aliciente que embellece la costa del inconsciente. Y el alma del mundo se vanagloria, pero con locura amorosa luego de ganar la guerra. Porque perdemos y luego ganamos. Morimos mil vidas y al final luego de tantas y tantas veces, logramos renacer y embestir, pero no a la muerte, sino a la eternidad, lo que somos, una eternidad de infinitud, luces; y amor.

 

~> Gabriel Jiménez, 15 de julio de 2017.

1 thought on ““Heimarmene”

  1. Laurimar Melendez March 15, 2019 — 1:18 am

    Wow! Hermoso escrito. He aquí la vida resumida en varios versos…

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